Friday, May 25, 2007

400

Acá me vine -entre otras cosas- para trabajar en la Casa de la Cultura, que pertenece a la organización comunitaria Kimsakalko (ocho, en aymara), compuesta por jóvenes aymaras y no aymaras. Llevan alrededor de 7 años de rescate cultural en la zona, trabajando con niños y niñas, jóvenes, adultos, abuelitos y abuelitas. En general el trabajo se hace través de talleres de zancos, de teatro, de cocina, de recopilación de leyendas, reforzamiento escolar, danza andina, música andina.

Este año han comenzado sólo los talleres de reforzamiento escolar, ahí voy yo los lunes, martes y miércoles, de 17 a 19, a encontrarme con pequeños aymaritas de 1º a 3º básico, que sacan sus cuadernos, lápices, gomas y sacapuntas para cumplir con las tareas de la escuela. "Tía, ayúdeme", "Tía, no entiendo", "Tía, ¿qué hago acá?", "Tía.....". Irresistibles los cabros chicos, con sus caritas oscuras, los mocos colgando...porque con el frío que hace acá. De a poco nos vamos conociendo, me voy enterando de sus hermanos y hermanas, de que ellos mismos (o ellas mismas, más bien) lavan su ropa, ayudan en la casa, hacen el aseo, cuidan a sus hermanos "chicos".


La misma escuela que hace años atrás fue la herramienta principal para "chilenizar" a los niños, prohibiéndoles hablar la lengua aymara y "enseñándoles" buenos usos y costumbres. Antes de la guerra con nuestros vecinos, era éste un territorio boliviano, de ahí la importancia de meter a Chile en la consciencia de los habitantes.


También me toca apoyar al resto de los integrantes de la Casa de la Cultura, porque los profesionales que alguna vez vivieron acá están ahora en Arica. Apoyar al nuevo equipo de audiovisual, a los chicos de música y las chicas de danza; enseñándoles desde como escribir una carta hasta cómo elaborar un buen proyecto. Eso sí que el concepto de “eficiencia” aún no llega por estas tierras, los tiempos son leeeeeeeeeentos, y hay que acostumbrarse no más a seguir su forma de caminar, forma que claramente es mucho más saludable y acorde a los procesos naturales (no existe el estrés).

Hay siempre tiempo para leer, para escribir, para conversar, para contemplar; aquí uno sí se da cuenta cuando comienza y cuando termina el día. Las estrellas que se ven en la noche, el silencio que a veces te hace aplaudir o hablar fuerte para que no dure tanto, los corderitos que pasan por la puerta de tu casa, la señora con el aguayo a la espalda, el caballero que viene bajando del campo con algunas papitas cosechadas. Y los turistas, que no invaden, pero sí dan un aire distinto al lugar, a veces “muy útiles” cuando las caras del pueblo se repiten demasiado.

En lo personal, el resfrío no me abandona. Al principio era sólo la piel seca, las manos y labios partidos, un vientecito helado por la tarde. Pero ahora en el día hay que andar con pantys, pantalones, calcetines, calcetines de lana, camiseta, polera, chaleco 1, chaleco 2, parka, bufanda y guantes. Así que para la noche ya no queda nada para tirarse encima, mejor acostarse. Aunque ese acostarse no significa mucho descanso, porque como falta el oxígeno el corazón se acelera, además de las narices que se tapan y no dejan respirar. Todo un panorama. Supongo que será cuestión de costumbre, eso espero.

¿Les dije que Putre tenía 400 habitantes? Sí, son 400.

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